Durante una conversación con un chef chino le consulte acerca de la razón por la cual sus connacionales consumían tanto arroz: “por la misma razón que Uds. consumen mucho pan”, fue su lacónica respuesta.
China cuenta con las mayores reservas de arroz y de trigo, la materia prima con la que se elabora, entre otras cosas, el pan. Del primero las reservas de China representan el 60% de las reservas mundiales; respecto al trigo de china, se estima que posee la mitad del stock global.
Los commodities suelen tener, en mayor o menor medida, un carácter estratégico. Tanto los agrícolas como los de energía o metales son recursos detonantes de históricas disputas.
El suministro seguro de petróleo y gas (lo fue del carbón y lo será del litio) ha sido enmarcado por las potencias en el concepto de seguridad energética, asociado, a su vez, a los lineamientos de seguridad nacional. Los commodities agrícolas o alimentarios no escapan a la misma lógica, aunque la noción de seguridad alimentaria es más universal y está ampliamente difundida entre todos los países del planeta e incluso abordada por organismos internacionales, entre los que se destaca la ONU. En el caso de China, la seguridad alimentaria forma parte de la prioridad número uno de su gobierno, a la vez que fue incluida expresamente dentro de su estrategia de seguridad nacional.
Sin embargo, no todos los commodities tienen una naturaleza tan política como el trigo. Esto se debe a que el mismo forma parte de la base de la dieta de gran parte de la población del planeta, sobre todo en los países más pobres, en donde el porcentaje de uso del trigo en su alimentación diaria es aún mayor. Basta con observar que de los 10 mayores importadores de trigo, 8 son economías de ingresos medios o bajos, entre los que se encuentran países como Indonesia, Filipina, Bangladesh, Egipto, Argelia y Nigeria. Cabe decir, además, que los países en desarrollo consumen el 77% de la producción global de este cereal.
Asimismo, para dimensionar la importancia capital del trigo para los pueblos debemos destacar que grandes crisis sociales se dieron en el marco de una suba del precio del mismo.
No muchos saben que uno de los disparadores de la revolución francesa fue el exorbitante precio al que había llegado el trigo en ese momento. Ante la escasez que empujaba el valor hacia arriba y viéndose privados de su amada baguette, los franceses salieron furiosos a las calles en búsqueda del grano; este reclamo fue uno de los motivos que derivó en la toma de la Bastilla. Y no fue el único evento acontecido en Francia, hubo otros. Por ejemplo, el ocurrido en 1529, año en el que la pobre cosecha de trigo derivó en disturbios y saqueos, suceso conocido con el nombre de Grande Rebeyne (Gran Rebelión).
La historia de Francia explica porque es el país que más se opone dentro de la Unión Europea a acuerdos de apertura del sector agrícola, aduciendo abiertamente cuestiones sociales y culturales.
Un caso emblemático y más cercano en el tiempo fue la llamada Primavera Árabe, la cual también estuvo precedida por un aumento del valor del trigo.
Tras la crisis financiera de 2008, el mercado de commodities se convirtió en el destino de una gran afluencia de fondos que buscaba evitar a los mercados de acciones y deuda por no ser buenos lugares para obtener rendimientos.
Esto, sumado a una creciente demanda física, ocasionó una suba generalizada en los precios de las materias primas. Si bien los disparadores de la Primavera Árabe fueron varios, el encarecimiento de los alimentos, y en especial el pan, fue uno de los causantes del gran malestar en la sociedad.
Ocurre que en estos países en donde los ingresos están debajo de la media mundial, el pan es considerado un alimento irremplazable debido a su bajo costo. En Egipto, por ejemplo, el pan es conocido como aish que significa vida.
Así, en algunas regiones del planeta la suba del precio de este alimento básico puede terminar con la paz social, y con gobiernos.
En la actualidad, las naciones árabes y africanas vuelven a verse afectadas por la poca disponibilidad de trigo y su correspondiente encarecimiento a causa del conflicto armado ocasionado por la invasión de Rusia a Ucrania.
Aquí emerge un concepto que se ha mencionado mucho a partir de este enfrentamiento: inseguridad alimentaria, que es, claro está, la contrapartida de seguridad alimentaria. Tras el inicio del conflicto bélico, esta situación se ha extendido por todo el globo. Ello se debe a la participación que tienen estos dos Estados en el mercado alimentario internacional: una de cada ocho calorías que se consumen en el planeta salen por el mar Negro. En el caso del trigo, Rusia representa el 10% de la producción mundial y el 20% de las exportaciones (es el número 1 en esta categoría), y junto a Ucrania totalizan un 30% de las ventas en el comercio internacional.
La disrupción en el suministro ha generado una gran alteración en el mercado internacional del trigo, pero los países próximos al conflicto, importadores netos de alimentos, que dependen de los productos provenientes de los puertos del Mar Negro, se vieron aun más perjudicados.
Las naciones que tradicionalmente importaban cereales y derivados de Ucrania y Rusia, se encontraron en la obligación de acudir a nuevos proveedores alejados de sus territorios. Fue común para exportadores de Sudamérica recibir pedidos de granos o aceite de girasol (Ucrania domina el 80 % de este mercado) de países como Jordania o Líbano. Sin embargo, cualquiera fuera el origen del producto, la tarea no fue fácil: trabas de acceso a los mercados y tiempos de espera, dificultaron estas operaciones.
A fin de evitar el desabastecimiento por el aumento de la demanda externa y en un intento por estabilizar los precios internos, varios países productores optaron por restringir las exportaciones de trigo de china con el objetivo de preservar la paz social. Uno de ellos fue India, un actor decisivo en el mercado de este commodity, quien en primer lugar prohibió la exportación del grano y luego de la harina. Su vecino, Sri Lanka, en cambio, sufrió una revuelta social luego de que el precio del pan se multiplicara en poco tiempo. El resultado de esta crisis fue la huida del presidente a Singapur y su posterior dimisión vía mail.
Para aliviar la crisis alimentaria mundial, representantes de Ucrania, Rusia, Turquía y la ONU firmaron el acuerdo del Mar Negro (Black Sea Grain Initiative), el cual tuvo como objetivo restablecer las exportaciones de cereales y fertilizantes provenientes de los puertos de la zona de conflicto a través de un corredor seguro. Hay que señalar que el 25% de esos cargamentos van a países de bajos ingresos e inclusive algunos tienen destino de ayuda humanitaria, a lugares como el Cuerno de África o Yemen.
En cuanto al trigo de China, hay que decir que es el mayor productor. Sin embargo, la demanda de su gran mercado hace que consuma toda la producción internamente, y deba, incluso, importar (produce 136 millones de toneladas y consume 148 millones, aproximadamente).
Durante febrero de 2022, previo al inicio de la invasión rusa (aunque anunciado después de esta), China decidió autorizar la importación de trigo de todas las regiones de Rusia. De esta forma, la República Popular aprovechó el buen momento que atraviesan ambas naciones en sus relaciones bilaterales para atender sus necesidades alimentarias, asegurándose el suministro de un commodity esencial para su población en momentos en que existen dificultades para abastecerse.
Ya sea en materia tecnológica o alimentaria, en la China moderna su causa es la causa por la autosuficiencia. Las reservas estratégicas representan su deseo por disminuir la dependencia del exterior. En la actualidad las reservas disponibles de trigo pueden satisfacer un año y medio de consumo interno.
Algunos le reprochan que el 20% de la población haya almacenado la mitad de los granos del mundo, argumentando que este “acaparamiento” genera aumento de precios y problemas alimentarios en países vulnerables. La respuesta a ello la dio una vez la embajada de China en Washington: el país necesita mantener robustas las reservas de granos porque, efectivamente, representa el 20% de la población mundial, pero cuenta solo con el 9% de la superficie cultivable.
Con estas palabras, además, lo que los chinos intentan decirle al resto del mundo es que en la batalla global que se libra contra el hambre, ellos se hicieron cargo de resolver el problema alimentario de la quinta parte de la población del planeta.
No obstante, puertas adentro, la dirigencia del país sabe que la seguridad alimentaria de su población es de vital importancia para la subsistencia del régimen. Hay una vieja máxima en China que reza «mientras las reservas de granos están llenas, gobernar es más fácil».